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martes, 3 de agosto de 2010

.Una vez me contó en medio del café que follar con él era distinto, y no supe qué cara poner.
Empezaré desde el principio, de acuerdo.
Habíamos quedado en mi cafetería preferida, que solía estar llena siempre pero aquel día parecía haber sufrido un exterminio, porque no había ni rastro de otra vida humana ajena a la de la camarera.
Pedí mi clásico solo con hielo de verano y ella pidió su clásico café vainilla. Empezó a contarme de los de aquí, de los de allá, y de los de más acá hasta que llegó a él.
Me dijo que había conocido a alguien completamente maravilloso que le hacía sentir especial, y supuse que era uno de esos romances pasajeros que acostumbraba a coleccionar, hasta que me dijo su nombre y sus atributos físicos, y tuve que disimular muchísimo, pero aún así tuve que justificar mi expresión diciendo que la descripción no coincidía con el tipo de chicos que ella acostumbraba a frecuentar.
Me dijo que en eso precisamente estaba la gracia, en que era algo completamente revolucionario para ella, algo que había conseguido romper por completo todos sus esquemas. Le dije que sí, que era maravilloso, y entonces fue cuando empezó a hablarme de sus vaivenes de índole carnal.
Empezó a contarme lo maravilloso que era hacer el amor con él (porque hacían el amor en lugar de follar), y yo, mientras escuchaba su voz como un murmullo lejano, recreaba en mi mente mis momentos junto a él.
Ella no paraba de hablar, se la veía emocionadísima de veras, y yo, que estaba al borde de una taquicardia severa, concluí esa conversación diciendo que nos habíamos pasado la vida intentando encontrar al tipo que fuese bueno en la cama y que tuviese un comportamiento adecuado en todolodemás, y que cuando lo encontramos igual se desvanece pronto por cualquier estupidez.
Entonces se quedó muy seria, le dije que yo pagaría la cuenta y que tenía que irme inmediatamente.
Si están pensando en que lo primero que hice tras salir de la cafetería fue derrumbarme, se equivocan, lo primero que hice fue llamarlo para preguntarle si era feliz con su nueva chica, y su respuesta fue que sí, que era la mitad de feliz de lo que lo fue conmigo, y eso le hacía sentir el hombre más afortunado del mundo.

1 comentario:

ilusión dijo...

De lo mejor que he leido en bastante tiempo :)