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martes, 27 de noviembre de 2012

.A veces no hay nadie. O, en su defecto, todo el mundo está lejos.
Y tal vez no necesites estar con nadie más que contigo misma y sea eso precisamente lo que no quieres.  Entonces, después de haber estado esperando congelada en el andén a que llegue el tren que te lleva a casa, te percatas de que vivir te viene grande cuando ninguna de las canciones de tu reproductor te conviene, bien porque te traen recuerdos a los que no quieres enfrentrarte o bien porque son demasiado alegres. Y vuelves a preguntarte qué quieres y a quién necesitas a tu lado, aunque tengas muy claro a quiénes quieres y seas consciente de que todas esas personas están lejos de ti y ni siquiera puede llegarte el calor de sus ánimos.
Entonces, de repente, sucede. Repentinamente sabes lo que quieres, y eso que quieres es viajar atrás en el tiempo y, una vez dentro del momento adecuado, controlar la velocidad de obturación.
Probablemente esos momentos a los que quieres volver no sean ni el mejor orgasmo ni la mejor fiesta con tus amigos. Igual es sólo un abrazo de alguien que se ha ido para no volver o la sonrisa de alguien que se alegra mucho de verte y te aparta el pelo de la cara, agarrándola fuerte, con toda la fuerza que sus tres años de vida le permiten, para retenerte a su lado durante mucho tiempo.
En ese momento es cuando constatas nuevamente que la vida es en gran medida soledad y en gran medida melancolía, y que eso no hay fuerza natural que lo pueda cambiar.

martes, 17 de julio de 2012


Que vivimos en tiempos convulsos no es una sorpresa para nadie, o, por lo menos, para nadie que se interese mínimamente por todo lo que está sucediendo a nuestro alrededor. A veces una tiene que escuchar algo así como "qué lástima que siendo tan joven te haya tocado vivir esta situación". Yo siempre digo que no le temo, pero, si os soy sincera, lo que me invade es una incertidumbre que no puedo medir, por el momento, con palabras.
A un año de terminar la carrera, me encuentro con un panorama cada vez más devastado en lo que a cultura respecta. Yo, que quería ser guionista de cine, planificar guiones y pasarlos por el filtro de una cámara para contarles historias a los demás.
Me encuentro, asimismo, con unos señores que han decidido que la cultura no es tan necesaria en este país y que genera más perdidas que beneficios. Mientras el país se cae a base de políticos corruptos y nos intervienen desde la Unión Europea, se decide que, entre otras cosas, lo que sobra en este país es la cultura.
No sería esto tan grave si la sociedad estuviese realmente concienciada de lo que todo esto supone, pero, lejos de esto, considero que la cultura es el único medio por el que el individuo puede pensar y actuar libremente, tal vez el instrumento más válido para sacar a la sociedad de la crisis de valores en que se halla sumida.
En cambio, parece ser que la cultura merece una subida del 8 al 21% de IVA. En pocas palabras, una subida de trece puntos que hará mucho daño a la industria cinematográfica, teatral, musical, literaria y artística. Porque todo aquello que haga pensar al individuo sobra.
No contentos con la agresiva reforma del sistema de ayudas a la cinematografía aprobada el pasado mes de abril, nos encontramos con esto. Todo bajo la vaga excusa de hacer creer al pueblo que la recuperación tiene que ver con la quietud del pueblo. Esto dicen las palabras de la Ministra de Trabajo: "la mayoría silenciosa de buenos españoles afrontarán los esfuerzos con aplomo y serenidad". Puede que por ello no sea yo una española ejemplar, pero, muy señores míos, no vayan a pensar por un segundo que el pueblo va a presentar pasividad ante esas reformas cargadas de buena fe según ustedes.
Si de la crisis se sale protegiendo a grandes fortunas y castigando a funcionarios, artistas y pequeños empresarios, creo honestamente que se están equivocando. Y se equivocan también si creen que los defensores de la cultura nos vamos a quedar de brazos cruzados. Porque nuestra expresión y nuestra voz tiene la misma validez que la de todos ustedes.
Por eso, lectores, os pido, desde mi posición de estudiante y de futura trabajadora de la Industria Cultural, que toméis conciencia y defendáis todo aquello que por orden natural nadie, y repito, nadie, puede quitaros. Que nadie os impida pensar, que no os quiten un solo medio de expresión, que no consigan callar vuestras voces, que son las que escribirán el futuro de este país.

miércoles, 13 de junio de 2012

En la vida no hay retroceso, y en caso de haberlo, es siempre un error garrafal.
Pasas la vida huyendo hacia delante porque lo que hay detrás de ti se va desmoronando bajo tus pies dejando sólo una nebulosa de recuerdos, cicatrices y sonrisas tatuadas. Te das cuenta de que quieres a tus padres no sólo porque te hayan dado la vida sino porque, entre otras cosas, son los únicos que saben soportar tu soberbia sin hacerte daño. Te rodeas de gente y seleccionas a los que serán tus amigos, te das cuenta de que a veces eliges mal y te regodeas en el error hasta encontrar la salida. Y así siempre. 
No hay retroceso. La gente se va, tú te vas, los ritmos empiezan a ser cada vez más desiguales y te quedas con los recuerdos e intentando estirar los brazos lo máximo posible para no perder a los que más quieres. Y, si lo deseas realmente, lo consigues. Aunque la otra persona esté en Cáceres, en Sicilia, en México o en Nueva Delhi. Lo consigues. Porque la comunicación nos da el poder de unir y de separar lo que queramos.
Por eso amo la comunicación. Porque es la última esperanza que me queda para confiar en la humanidad.

lunes, 14 de mayo de 2012

"-Por cualquier lado que se le mire, Luvina es un lugar muy triste. Usted que va para allá se dará cuenta. Yo diría que es el lugar donde anida la tristeza. Donde no se conoce la sonrisa, como si a toda la gente le hubieran entablado la cara. Y usted, si quiere, puede ver esa tristeza a la hora que quiera. El aire que allí sopla la revuelve, pero no se la lleva nunca. Está allí como si hubiera nacido. Y hasta se puede probar y sentir, porque es oprimente como una gran cataplasma sobre la viva carne del corazón".

RULFO, Juan. El llano en llamas. México D.F.: Fondo de cultura económica, 1953

domingo, 29 de abril de 2012

Se sentía mal a menudo por no echarlo de menos, pero se consolaba diciendo que cada cosa tiene su mecánica sentimental y que tal vez aquella era la única forma de reconstruirse a sí misma. Por egoísmo, por protección o por ausencia de nostalgias, lo único que quería era protegerse.
No obstante, a veces lo echaba de menos. No tanto a la hora de dormir en una cama vacía sino en su manera irrepetible de tocar el timbre, de ver la vida como un camino lleno de obstáculos no tan difíciles de superar o su sonrisa interminable. Entonces, el mundo se le antojaba incomprensible y extraño, más por creer imposible que hubiese gente capaz de tomarse las cosas con tan buen talante por ahí suelta que por ver a la vida como un artefacto malvado y tendente a la injusticia. 
De cualquier modo, lo que más le escamaba de todo era cómo a lo largo de su vida los hombres con los que había compartido historia y sábanas terminaban por ser todos un pozo de problemas y tristezas cubiertos de ese carácter vitalista. Y lo que creía peor: por qué nunca funcionaban los engranajes de ambos si en el fondo eran dos caras de la misma moneda.
Luego le dio por recordar que ninguno de ellos le había llenado tanto como aquél que estaba plagado de tristezas y de dudas y que dejaba que éstas se asomasen ocasionalmente a la boca del pozo.
Entonces concluyó todo aquello diciéndose a sí misma que la nostalgia en este caso de autoprotección no era más que un error fatal que había que esquivar a cualquier precio y fueran cuales fueran las circunstancias.

viernes, 13 de abril de 2012

.Es probable que a veces notes que el suelo desaparece bajo tus pies, incluso puede ser que tu propio abandono interior te deje a la intemperie sin más abrigo que tus propios miedos.
Entonces, errante entre las sombras que hayas ido encontrando en tu propio laberinto, es probable que intentes vislumbrar algo de luz, cuando posiblemente lo único necesario sea encontrarte a ti mismo en esa oscuridad.

domingo, 11 de marzo de 2012

Siempre hacía frío en la pequeña ciudad austriaca de Weisberg. Hasta bien entrado el mes de mayo las temperaturas eran tan bajas que las ráfagas de viento se volvían guadañas de hielo sesgando la ciudad. El aire mordía con pinzadas gélidas, removiendo un baile de teas heladas que se adentraban por cualquier resquicio de la piel, acrecentando las sensaciones de la crudeza de aquel ambiente glacial. A veces la altivez del frío obligaba a contraer los cuerpos; entonces dolía como el filo de una astilla en los ojos o la menta pura en los orificios de la nariz; se congelaba en los dientes apretados y entumecia los bordes de las orejas y las palmas de las manos cuarteando la piel, acorchando lso sentidos y endureciendo los hilos de seda invisible con que se atan los pensamientos más pequeños.

GÓMEZ RUFO, Antonio. El alma de los peces. Barcelona: Muchnik Editores, 2000