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sábado, 13 de agosto de 2011

.Sentí que todo mi orgullo y mi rabia caían dentro de una espiral de desconcierto al comprobar que me estaba sintiendo como dentro de una canción de Hombres G. No vayan a pensar que todo esto me hacía sentirme orgullosa de mí misma, ni mucho menos, pero la sensación de autoextrañamiento era bastante peculiar y no voy a negarles que aportaba un toque pintoresco a la situación.
Después de sumergirme y nadar durante meses en esta espiral me di cuenta de que una en estos terrenos no puede ir demasiado lejos si no conoce la metodología del otro, y las dudas acerca de ésta producen una especie de pústulas que se infectan y provocan una sensación horrible. En mi caso en concreto tengo que decirles que, pese a mi máster en pesimismo innato, lo único que una quiere es que todo salga bien, y no tener que llevar por estandarte el título de aquella preciosa canción del viejo Van: te he confesado tardíamente que te quiero. Ni tardíamente ni precozmente, pero actuar de modo oportuno cuando se tiene la noción del tiempo y las circunstancias un tanto distorsionados resulta complicado.
Aunque, bueno, ya sabemos que las posibilidades de que todos estos inciertos anhelos se cumplan igual es un poco remota.
No me dejéis hablar más a estas horas y menos con tormentas de verano de por medio.