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martes, 17 de julio de 2012


Que vivimos en tiempos convulsos no es una sorpresa para nadie, o, por lo menos, para nadie que se interese mínimamente por todo lo que está sucediendo a nuestro alrededor. A veces una tiene que escuchar algo así como "qué lástima que siendo tan joven te haya tocado vivir esta situación". Yo siempre digo que no le temo, pero, si os soy sincera, lo que me invade es una incertidumbre que no puedo medir, por el momento, con palabras.
A un año de terminar la carrera, me encuentro con un panorama cada vez más devastado en lo que a cultura respecta. Yo, que quería ser guionista de cine, planificar guiones y pasarlos por el filtro de una cámara para contarles historias a los demás.
Me encuentro, asimismo, con unos señores que han decidido que la cultura no es tan necesaria en este país y que genera más perdidas que beneficios. Mientras el país se cae a base de políticos corruptos y nos intervienen desde la Unión Europea, se decide que, entre otras cosas, lo que sobra en este país es la cultura.
No sería esto tan grave si la sociedad estuviese realmente concienciada de lo que todo esto supone, pero, lejos de esto, considero que la cultura es el único medio por el que el individuo puede pensar y actuar libremente, tal vez el instrumento más válido para sacar a la sociedad de la crisis de valores en que se halla sumida.
En cambio, parece ser que la cultura merece una subida del 8 al 21% de IVA. En pocas palabras, una subida de trece puntos que hará mucho daño a la industria cinematográfica, teatral, musical, literaria y artística. Porque todo aquello que haga pensar al individuo sobra.
No contentos con la agresiva reforma del sistema de ayudas a la cinematografía aprobada el pasado mes de abril, nos encontramos con esto. Todo bajo la vaga excusa de hacer creer al pueblo que la recuperación tiene que ver con la quietud del pueblo. Esto dicen las palabras de la Ministra de Trabajo: "la mayoría silenciosa de buenos españoles afrontarán los esfuerzos con aplomo y serenidad". Puede que por ello no sea yo una española ejemplar, pero, muy señores míos, no vayan a pensar por un segundo que el pueblo va a presentar pasividad ante esas reformas cargadas de buena fe según ustedes.
Si de la crisis se sale protegiendo a grandes fortunas y castigando a funcionarios, artistas y pequeños empresarios, creo honestamente que se están equivocando. Y se equivocan también si creen que los defensores de la cultura nos vamos a quedar de brazos cruzados. Porque nuestra expresión y nuestra voz tiene la misma validez que la de todos ustedes.
Por eso, lectores, os pido, desde mi posición de estudiante y de futura trabajadora de la Industria Cultural, que toméis conciencia y defendáis todo aquello que por orden natural nadie, y repito, nadie, puede quitaros. Que nadie os impida pensar, que no os quiten un solo medio de expresión, que no consigan callar vuestras voces, que son las que escribirán el futuro de este país.