Y le conté que tenía miedo, miedo de seguir así; de andar perdida, registrando en los baúles, buscando lo que sabía que jamás iba a encontrar.
jueves, 28 de octubre de 2010
.Nadie me pidió que hablase, y no hablé. Entonces llegó alguien que me dijo que me sentase, que tomase aire antes de vomitar toda la tristeza que contenían mis ojos y que no esgrimiese los recuerdos más oscuros que se escondían detrás de mi nuca. Y no era mi plan, pero comencé a hablar. Hablé del tiempo y de sus armas de doble filo, y de la suerte, de los malabares que podía hacer. Hablé de lo mucho que me había costado susurrar mis miedos y de lo mucho que me había dolido que éstos, una vez fuera, se volviesen furiosamente contra mí. Miré por la ventana, pero no había nada que me impidiese seguir hablando, así es que, como una autómata, continué con mi voz aletargada narrando las historias que nunca sucedieron pero que inventé sólo por decorar aquellas paredes blancas que parecían querer derrumbarse justo encima de mi cabeza.
jueves, 21 de octubre de 2010
.Un recuerdo es como una persona. Puede echarte a perder o puedes echarlo a perder. Puede hundir tu dignidad, puedes hundirle la suya (que tienen, cuidado).
Son seres curiosos los recuerdos. Más poderosos que factores como el clima y mucho más poderosos que las pasiones que nos arrastran. Incluso podríamos decir que, en la escala jerárquica del poder, los recuerdos están (o casi) en la cúspide.
Cada recuerdo es diferente, como las personas. Y, como una persona, cuando se acerca, no sabes nunca qué reacción va a provocarte la colisión con él.
También pueden hacerte sentir horriblemente feliz o, por el contrario, horriblemente miserable en cualquier momento; eso también sucede con las personas.
Pero los recuerdos no entienden de algo esencial: si los tratas bien o los tratas mal. No lo entienden.
Aunque intentes portarte bien con ellos, pueden volverse contra tí sin motivo alguno (y viceversa).
Y como contrincantes son infalibles, no tienes escapatoria rápida si quieres librarte de ellos. La solución para combatirlos es el tiempo (y a veces ni siquiera eso).
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