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lunes, 17 de mayo de 2010

.Sé que él odiaría la vida en la ciudad. Lejos del mundo, de las historias cercanas. Lejos del sosiego y de la paz que brinda el trigo.
Aborrecería sentirse rodeado de auténticos desconocidos con esas vidas anónimas, con dos gramos de miseria y dos de suerte en los bolsillos, cerca del rugido de los trenes y de los bramidos de las calles.
Odiaría la indiferencia y la entrega a la desintegración del alma, odiaría sentirse una pieza que paga los recibos y notar que el viento llega a sus ojos como ácido. Las noches de estrellas que se ocultan, el frío penetrante que ni siquiera su boina podría frenar.
Echaría de menos el rumor de voces conocidas y el abrazo de cada día, aunque, desde que le arrancaron su mitad, su corazón late distinto en cada despertar.
En parte es ciudadano, porque sabe que sólo en su casa le conocen realmente, que está lejos de la verdad en voces ajenas, pero esa es la parte ciudadana que tenemos todos, él no la tiene en cuenta.
Por eso vuelvo con él, porque necesito que su alma, un sueño en arrullo, me arrope los sentimientos que con el Ocaso se han congelado.



boina gris, voz de pájaro y corazón de casa.

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