Vine de un lugar de esos en los que eres una especie de embrión que se descongela poco a poco, un embrión que, al descongelarse tras seguir todos los pasos que eso conlleva, comienza a metamorfosearse en una especie de ente, y cuando digo ente, remitiéndome al gerundio del verbo ser/estar en griego, me refiero a una especie de abstracción con aspiraciones a convertirse en algo conciso. Lo sé, me estoy desviando.
La cuestión primaria es que me hallo en ese periodo en que soy una especie de renacuajo en un mar enorme; lo sé, en cualquier momento viene una ballena y me traga entre el plancton, pero de momento por aquí nado.
Se supone que de aquí he de salir hecha toda una preciosa sardina de escamaje brillante o una navaja, o algo que ni siquiera alcanzo a imaginar a estas alturas del ciclo. Y digo que se supone, porque los demás peces están deseando atacar.
Esto es un ensayo, no quiero decir que mi plan sea seguir el ejemplo del salmón, de hecho, mi plan es que no hay plan. Al decir ensayo, espero que me entiendan, quiero decir que tampoco esta es mi proyección definitiva, es más, es una especie de brinco para ver las distancias que consigo. Vamos, que estoy haciendo curriculum moral y que es probable que venga un pez gordo y me trague, aunque igual puedo instalarme en el interior de éste tal como hizo Pinocho dentro de la ballena y esperar la próxima salida, o hacerme la terrateniente de tal lugar.
Todo se nadará.
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